¡nOS HACES TANTA FALTA,
Germán!
En entrevista inédita, Germán Dehesa comparte su sentir sobre México,
los políticos y el futuro que veía venir para aquellos jóvenes de los 90's.
Por Luis Álvarez
sobre la entrevista
Germán Dehesa era un rockstar en toda la extensión de la palabra. En los 90's no había una figura mediática tan conocida como él. Su exitosa columna La Gaceta del Ángelpublicada de lunes a viernes en la sección Ciudad del periódico Reformaera lectura obligada de miles de personas que disfrutaban las crónicas de su vida cotidiana poblada de seres con los apodos más fantásticos con los que todos nos identificabamos: El Guashangüear, la Hillary - su esposa, el Pulpo - su sufrido plomero, entre otros, así como el desfile de políticos a los que destrozaba con deleite de su afilada pluma, a los que no les pasaba una, sin importar el color de su partido o sus clamores de pureza. Salinas, Zedillo, Fox, AMLO y Calderón, así como sus respectivos séquitos odiaban cuando Dehesa los exhibía, pues no los bajaba de ineptos en el mejor de los casos, o de viles corruptos que debían sufrir del escarnio público, como en el caso del exgobernador del Estado de México, Arturo Montiel.
Dehesa era imparable, y aparte de su columna diaria, conducía programas de radio y televisión, además de presentar diversas obras en foros como La Planta de Luzen el sur de la Ciudad de México, que además administraba. Iba a donde lo invitaran, ya sea a un bautizo o a unos quince años o a la presentación de un libro, y siempre supo mantener una sana distancia del poder político y económico.
En esa época yo participaba esporádicamente en programas en Rock 101 y Express Radio, además de que me convertí en baboseador - así nos llamaba a los que respondimos al llamado a vender Reforma en las calles ante la prohibición autoritaria de Carlos Salinas de Gortari que veía en el periódico una afrenta al régimen de censura priísta. Su generosidad se extendió hacia mi cuando me invitó a participar en varias ocasiones en su programa de radio en Núcleo Radio Mil, Radio-Ondajunto a Alejandro Aura y María Victoria Llamas quien prácticamente me adoptó en medio de ese aquelarre.
A Dehesa no le gustaba dar entrevistas, pues consideraba que siempre le preguntaban lo mismo. Pasé año y medio intentando convencerlo de que me diera una entrevista para una revista universitaria en la que escribía. Y - oh, ironías de la vida - cuando finalmente me la concedió bajo la amenaza de "si me preguntas una pendejada se acabó", la revista desapareció en el torbellino de la crisis del 95 y esta transcripción languideció en una vieja computadora. Hasta ahora.
dehesa en directo
si juntamos todos los jardines, de pronto el país ya floreció.
- Dehesa dixit
La siguiente entrevista está ligeramente editada y busca rescatar la forma como hablaba Germán Dehesa, sus actividades y su pensamiento. Aunque ya tiene sus buenos años, nos deja una enorme lección a todos los mexicanos ante un futuro bastante incierto.
Don Germán, explíqueme usted cómo inicia este contacto con la gente por medio de su columna en Reforma y a través de su programa de radio y la respuesta que ha tenido la gente con usted.
Germán Dehesa: Yo podría explicar una parte. Yo tengo 30 años buscando este contacto, buscando la comunicación, escribiendo para televisión, escribiendo para radio, haciendo periodismo y de pronto se conjugan una serie de circunstancias, un proceso de maduración que atraviesa por una serie de crisis en nuestro país y entonces, bueno, pues me tocó estar en el lugar indicado en el momento indicado. y se dio ese encuentro, ese diálogo, esa forma misteriosa de la amistad, porque yo así lo vivo, como un trámite largo de una amistad en donde yo propongo, yo digo, jamás dispongo, trato de no pontificar, me equivoco, corrijo, la gente me responde y a través de eso se va tramando una relación de reflexión bien humorada sobre nuestro país.
¿Por qué el sentido del humor en muchas cosas que la gente considera como dramáticas, muy serias?
Germán Dehesa: Supongo que eso tiene que ver con mi temperamento, tiene que ver con mi convicción de que somos una cultura excesivamente solemne. No sé, es una predisposición natural a descubrir el ángulo ridículo de las cosas, a percibir que la mayoría de las veces el rey está encuerado, cuando muchos están convencidos de que trae un ropaje maravilloso y esto es extensivo a los funcionarios, a lo que dicen los funcionarios, a los intelectuales y a lo que dicen los intelectuales. Hay un caudaloso ridículo en nuestro país que se va dando de manera más intensa conforme la gente se va concediendo mayor importancia. Yo tengo una especie de percepción muy rápida de esos reyes encuerados, me encanta señalarlos y me gana la risa.
En cuanto a los grupos de intelectuales, ¿cómo ve usted la actividad de los intelectuales en México? ¿Realmente están en favor de algo o están a favor de sus propios intereses? ¿Cuál es su papel?
Germán Dehesa: Yo creo que no hay que ser demasiado críticos. No son demasiado distintos. Si uno lee Los Mandarines de Bouvier, se da uno cuenta de que las capillas intelectuales en París son exactamente igual de exclusivas y de terroristas como lo pueden ser las mexicanas. Como que ya es algo propio de todos los gremios artísticos, pero se da con mayor intensidad en un país donde la oferta es mucho mayor que la demanda. Es decir, hay mucha más gente dispuesta a escribir que la gente dispuesta a leer, entonces en esas parcelas el poder se disputa muchísimo y los mecanismos de disputa no siempre son legítimos. Pero realmente yo me siento bastante al margen de todo eso, yo sigo pensando que mi oficio es esencialmente solitario, que no estoy alistado en ningún ejército ni pequeño ni grande, soy francotirador y entiendo cómo pasan las cosas, como se manejan las cosas, y entiendo también que lo que se están disputando en el fondo es sencillamente deleznable, irrelevante. Yo estuve mucho tiempo como parte del cuerpo profesoral de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, y veía el ir y venir de las grillas por ser el subsecretario académico de no sé qué. Me parecía tan enormemente ridículo el gastar vida, esfuerzos, perder amigos con tal de obtener estas tajadas de pasteles tan ridículos, que desde entonces estoy curado de espantos, por un lado no me interesa, por el otro lado entiendo lo que pueden ser los juegos de las pasiones y los intereses humanos. Entiendo que esto no es exclusivo de México, quizá aquí se enrarece más pero somos particularmente grillos. Creo que en todo el mundo se está dando este caso de que las nuevas condiciones nos están rebasando a una velocidad impresionante y que ni los intelectuales ni los no intelectuales están entendiendo nada. Que por 'ai alcanzamos a vislumbrar algunas cosas, pero que el estado real del mundo actualmente es de perplejidad y de asombro. Muchas cosas que pensábamos que estaban superadas, como el pensamiento religioso, de pronto está, y está en sus formas más virulentas, como el fundamentalismo, el nacionalismo belicoso que creíamos ya haber superado, ahí está de nuevo, provocando muertes, guerras estúpidas, entonces vamos de sorpresa en sorpresa y tratamos siempre de llegar a la realidad con algún análisis y llegamos tarde; entonces se cumple la maldición de Elliot: Una vez que el intelectual aprende a decir las cosas, es porque las cosas ya son otra cosa.
¿Usted se considera intelectual?
Germán Dehesa: No. Pero no me dispenso de la actividad intelectual. Me considero un vividor, me considero un ciudadano, me considero un hombre de 50 años, me considero un ser humano, me considero gente entre la gente. Ahora, sí tengo especial debilidad y mi formación va en ese sentido por la lectura, por informarme, por la palabra. Tengo el gusto por la palabra como otros tienen el gusto por acomodar ladrillos y otros tienen gusto por reparar coches. Cada uno tiene una tarea que hacer, creo que la importancia radica en que cada uno lo haga bien. Yo si decidí que mis herramientas iban a ser las palabras, pues me esfuerzo por conocer cada vez mejor mi herramienta y por ser más eficaz y más útil para aquellos con los que estoy intentando comunicarme, pero no creo que eso me convierta en ninguna luz particular o algún Sinaí de donde yo pueda tirarle la neta a la sociedad ni mucho menos. Lo que tengo que compartir son mis asombros y mis perplejidades y mi gusto por vivir.
¿Usted cómo ve a los universitarios?
Germán Dehesa: Con infinita envidia. La juventud siempre es envidiable. Me acerco mucho a esas nuevas generaciones, que como diría Sabines, llegas a cierta edad, a los 50 años y ya la juventud solo se adquiere por contagio. Entonces yo busco ese contagio. Supongo que cometerán los mismos errores que yo, que harán las mismas babosadas que mi generación, pero que también tendrán los mismos sueños y los mismos proyectos. El discurso oficial de los adultos es decir: "Ya no hay jóvenes como los de antes". Eso no es cierto. En todas las épocas hay jóvenes muy audaces, muy creativos, muy jóvenes y hay jóvenes muy rápidamente avejentados, muy babosos, muy estúpidos, muy yuppies, pero siempre es lo mismo. Los había en Atenas en el siglo 4 A.C. y los hay hoy en México. Son una lata, son insoportables, me caen muy gordos, pero entiendo que son un mal necesario y son parte de la fauna y de la agradecible diversidad del mundo.
Platíqueme un poco sobre su rutina diaria.
Germán Dehesa: Yo tengo una rutina de sobreviviente. Todos sabemos que tenemos los días contados, pero a los veintitantos años esto no significa nada. A los 50, después de un infarto y una operación a corazón abierto, uno ya sabe que en términos estadísticos se tienen 12, 14 años de vida. Eso es lo que te dicen las estadísticas y entonces hay una urgencia en tus tareas. Lo que trato, no de una manera angustiosa, ni obsesiva, ni sintiendo la presión del tiempo, sino desde el lado del disfrute, pues trato de hacer todo lo que esté en mis manos. Voy al radio, voy a la Planta de la Luz, voy al Unicornio, escribo mi artículo, me involucro en tal tarea, se me ocurren cosas y trato de llevarlas a la práctica. Tengo un enorme respeto por el tiempo, lo gozo mucho, lo paladeo mucho y lo trato de aprovechar mucho. No nada más en términos de trabajo y productividad; en términos de gozo.
Usted también hace teatro, recitales... ¿Cuántas obras está manejando actualmente?
Germán Dehesa: ¿En este momento? Son cuatro o cinco espectáculos los que estoy manejando. Tengo un repertorio como de cincuenta. Acabo de estrenar Zedilleus, ahorita estoy montando Cuando Tenga 64 Años, estoy poniendo otro que se llama La Luna, el Cancionero Mexicano, Fallaste Corazón, el espectáculo que está construido alrededor de la poesía de Jaime Sabines, tengo otro alrededor de la de Borges. Es otra manera de estar con la gente. Con algunos hago temporada, otros los llevo a provincia.
Sus amigos.
Germán Dehesa: Tengo un libre tránsito, tengo un espíritu de estación del metro. Es un entradero y salidero. Yo conozco a mucha gente que me dice: "Amigos, los de la juventud". A mí me parece una estupidez y una especie de censura muy tonta que uno se impone. Cualquier edad es buena para hacer amigos. Yo tengo amigos de hace una semana y amigos de hace 40 años. Tengo un repertorio amplio, trato de no darles demasiada lata, parte de la amistad es respetar el tiempo de los amigos, respetar sus espacios privados. Es uno de los defectos que yo le encuentro a la amistad mexicana, que pensamos que es una especie de permiso para faltarle al respeto. No, el amor y la amistad se fundamentan en el respeto, porque trato de ser muy respetuoso con mis amigos. Nunca entro ni a una habitación ni a una persona sin pedir permiso antes, sin llamar a la puerta. Si me autorizan, pues estoy un rato con mis cuates, los disfruto enormemente. Me asustaría mucho y pensaría que estoy enajenado si no tuviera tiempo para mis amigos, pero siempre lo tengo. No hago todo lo que tengo que hacer, si está un amigo de por medio no me importa dejar cosas que hacer. Todos los días tengo veinte cosas que hacer, acabo haciendo 14, pero las disfruto mucho, no hago una sola cosa que me moleste hacer, hago sólo lo que me gusta. Entre eso está estar con mis amigos, estar con mi gente, estar con mi familia, estar en mi espacio privado. Lo defiendo mucho. Parecería que no, tal parece que yo estuviera en una vitrina donde cuento todo lo que me pasa, pero esto es una convención literaria. Yo por ejemplo no sería capaz de llevar fotógrafos al nacimiento de mi hijo, porque ahí sí me parecería un exhibicionismo estúpido. Esto se va a cumplir en la intimidad y ya avisaré cuando a mí me parezca prudente que ya está Bebeto con nosotros. Yo juego a inventar como Gabriel Vargas inventó a la Familia Burrón, yo invento a La Hillary, a la Tractor, al Pulpo. No es una difusión autobiográfica, es una fusión de un paradigma mexicano de lo que le puede pasar a una familia de la clase media mexicana, más o menos ilustrada. Ellos son reales en el papel y tienen además una coartada en la realidad, es decir, hay un ser humano que les dio arranque. Obviamente la Hillary es mucho más completa, mucho más adorable, mucho más prodigiosa, mucho más abrazable que el personaje que puede aparecer en una columna periodística. Y así con cada personaje. Ya si son arquetipos literarios y tienen verdad, que bueno. Esa verdad se la confieren las palabras, pero a la Hillary real no le bastan las palabras, tiene que hacer sus propias cosas, tiene sus propios misterios que no los voy a revelar.
Usted tiene una capacidad impresionante para los apodos. ¿Cómo le hace?
Germán Dehesa: Yo no sé. Lo que a mí me pasa es que de entrada siento que a casi todos nos bautizan mal porque es el resultado de no sé qué tipo de supersticiones de nuestros padres, pero que además de ese nombre que es totalmente postizo, como que tenemos un nombre más profundo que es el que nos da el parecernos a determinado objeto, animal, tótem o conducta y que de ahí nacen nuevos nombres, nace un reconocimiento del amor. Yo casi nunca apodo a nadie con ganas de herirlo, de lastimarlo, es mi manera de decirle muy sintéticamente los que significa para mí, cómo lo veo yo. Yo no lo veo como el arte de apodar, sino el arte de descubrir para mí el verdadero nombre de determinada persona.
En cuanto a política, ¿para dónde vamos?
Germán Dehesa: Yo creo que es algo exagerado mi interés, y sobre todo, mi conocimiento de política. No soy tan tonto como para pensar que sé de política, yo no sé si actualmente en México haya alguien que sepa de política, porque por lo menos los políticos tendrían que saber. Lo que pasa es que se nos ha impuesto de tal manera el tema y ha cobrado tal actualidad, que hemos hecho de la política uno de los escenarios en donde el ridículo mexicano comparece con más caudalosa frecuencia. Y además como un juego tan barroco, tan esquizofrénico, como un lenguaje tan hermético, tan cruzado, tan lleno de claves, que todo ello solicita mi atención literaria. Pero mi postura básica en la vida es la de un literato que se fascina ante el discurso político, porque es riquísimo en sus claves, en sus metáforas, en sus misterios, en sus códigos tan sellados, tan secretos. Siento que en este momento hay un grave deterioro político, que hay todo un modo de hacer política en México que ya no da más, pero todavía no encontramos el modo. Una cosa es que alguien tenga la intención de decir la verdad, que por lo visto es un término que aparece reiteradamente en el discurso de Zedillo. Yo podría hasta aceptar que esa es la intención de Zedillo, pero no basta con querer decir la verdad, hay que aprender a decirla. Y el arte de decir la verdad es endemoniadamente difícil y en México lleva mucho tiempo olvidado. En el camino vamos a tener muchos problemas.
¿Cómo ve la participación de la gente?
Germán Dehesa: Está participando cada vez más, lo cual no quiere decir que participe cada vez mejor, porque falta todavía consciencia y asumir responsabilidades. Es un poco irresponsable pensar que todo el asunto es problema del gobierno, como si en el gobierno fueran unos marcianos que llegaron en un platillo y se apoderaron del país. No son más que producto de nuestra manera de ser, que lleguen hasta las últimas consecuencias ciertos arquetipos mexicanos, pues es porque pueden, porque están en condiciones de tal impunidad que pueden hacerlo. Son creación nuestra. Tenemos que hacer un examen de conciencia, no nada más el gobierno lo tiene que hacer. Hacia allá vamos. Pero me asusta que 100 mil personas vayan al Zócalo a gritar "¡Yo soy Marcos!". ¿Cuántos de ellos estarían dispuestos a jugarse la vida? Estamos hablando de "marcos" teóricos. Ahí es donde no me la creo, no es tan fácil. La participación ciudadana demanda una enorme responsabilidad. Apenas la estamos aprendiendo, apenas la estamos asumiendo y nos vamos hacia poses muy fáciles, hacia catecismos ideológicos, cuando ahorita lo que toca es pensar, razonar, analizar. Así como el gobierno tiene que aprender a decir la verdad, nosotros tenemos que aprender a pensar en una dimensión política.
¿Usted piensa que las cosas vayan a cambiar para bien de México?
Germán Dehesa: Pienso que sí, y no porque crea que todo cambio es bueno. En el caso de México hemos tocado fondo en tantos terrenos que lo que vendrá creo que será para mejorar. Por otro lado, estas opiniones tan generalizadoras son muy riesgosas en un país de tantos pisos, con tantas etnias, con tantas complicidades, con tantos desniveles de información, de cultura, de alimentación, de toda índole. Hay que hacer todavía un trabajo de investigación real de cómo es México, de qué quiere México verdaderamente. Hace rato hablaba con la gente de que si uno pregunta: "¿Los mexicanos somos nacionalistas?", la gente inmediatamente respondería que sí. Y la estadística nos está enseñando que más del 50% de los mexicanos quiere que México se anexe a los Estados Unidos. Entonces, ¿qué pasa? No conocemos realmente lo que pasa porque no nos hemos metido a averiguar quiénes somos, cuáles son nuestras carencias y cuáles son los valores reales en los que estamos sustentados y cuáles son nuestras expectativas. Todo esto lo tenemos que hacer, lo tenemos que comenzar, no lo vamos a terminar nosotros, y ésta es una buena razón para empezar ya.
¿Cuál es el papel que juegan los medios?
Germán Dehesa: Ahí también tienes que ver las relaciones con el Estado, los mecanismos de censura, los mecanismos de autocensura que son brutales. En ese sentido he tenido el privilegio de estar en todos, he estado en televisión, radio, industria editorial, periodismo. Una cosa es lo que puedes decir en un libro que va a tener una edición de 3 mil ejemplares, otra lo que puedes decir en un periódico que va a tirar 80 mil, lo que puedes decir en el radio que va a tener millón y medio de radioescuchas, y otra y cada vez te va adelgazando, lo que puedes decir en televisión donde te van a ver 30 millones. Esto también convierte al comunicador en algo tan complicado, porque tiene que ir ajustando su discurso en cada uno de sus ámbitos. Yo la novedad que trato de implementar es decir lo mismo en todas partes y a ver qué pasa. No es fácil. El periodismo está cambiando para bien. Proceso fue una aventura importantísima, nosotros le debemos mucho a Julio Scherer. Yo le podría reclamar a Scherer que pinte mucho de amarillo su revista, pero su verticalidad y el cambio que provocó no están en discusión. Pensamos que somos los comunicadores o el Estado el que le va a conceder permiso a la libre expresión. Será la sociedad la que lo tenga que demandar. ¿Cuánto tiempo durará Jacobo en Televisa? Mientras haya gente que lo vea. Cuando la gente decida apagar la televisión cuando esté Jacobo, él estará fuera en una semana. Ahí como que la sociedad tiene que estar muy alerta, que ella tiene que demandar su derecho a la información y defenderlo y buscar soluciones.
¿Qué opina de la preparación universitaria?
Germán Dehesa: No es tan maravillosa como dice Sarukhán, no es tan mala como dicen muchos que ven a la universidad desde fuera. Me refiero a la UNAM, que es la que más conozco. Hacen falta muchas cosas, nos estamos atorando, hace falta una resolución política en el asunto de las cuotas, no es posible que se cobren esas cuotas absurdas. No creo tampoco en las universidades de elite y que forman ciertos cuadros que son importantes, pero no cumplen una tarea de movilidad social que la única que lo cumple es la UNAM. Es el gran mecanismo de movilidad social. Si te quieres explicar los inverosímiles 65 años de paz priista, los tendrías que entender desde dos mecanismos: El Seguro Social y la UNAM. El Seguro Social que bien que mal le garantizó al miserable mexicano que por lo menos tenía en dónde caerse muerto; y la UNAM que le creaba la posibilidad de ascender en la escala social. De cada 3 personas que terminan sus estudios universitarios, por lo menos 2 son los primeros que se titulan en su familia. Es decir, hay un aviso clarísimo de que sí se está cumpliendo esa tarea. Hay que trabajar muchísimo, hay toda una cantidad de tecnologías nuevas en las que México se está quedando rezagado y hay que echarlo a andar.
¿Qué le diría a la famosa Generación X?
Que no se asusten, esto no es el apocalipsis, que sean bienvenidos a la pesadilla y que a ellos les toca en mucho el ayudarnos a despertar de nuestra pesadilla y que el despertar sea grato y que despertemos en un México más justo, más digno. Tienen mucho que hacer, que bueno, si hubieran nacido hace 30 se hubieran aburrido como locos, les va a tocar un país muy emocionante, muy difícil de leer, pero eso es un reto a la inteligencia. Qué bueno, eso los hará mejor sin duda alguna. Estas estaciones en las que no pasa nada, las aguas se estancan, lo único que generan es corrupción. Cuando empiezan a moverse las aguas, aunque sea de esta manera tan turbulenta como lo es ahora, eso provoca oxigenación. Entonces que le entren con ganas, con alegría a cumplir su vida. Y que no pretendan salvar a México, que hagan como El Cándido de Voltaire, que cultiven su jardín, pero que lo cultiven bien. Y si juntamos todos los jardines, de pronto el país ya floreció.